viernes, 14 de agosto de 2015

****Jake: Amor en Tiempos de Guerra****

Era el año 2030, La tercera guerra mundial se encontraba en su punto crítico. Yo era un simple guerrillero, no perseguía una gran causa. No era... no éramos como los soldados rusos o estadounidenses que buscaban poder, que buscaban otro territorio que lucir como parte de sus dominios, no. Solo era parte de la resistencia de otro estado que luchaba lastimosamente por su libertad. 

Eran las cinco de la mañana. Hacía frío y aun no salía el sol. Pero no, la guerra no tiene horario. Rifle en mano, en cuclillas, detrás de una piedra. Mi rostro, mis ropas, todo yo estaba cubierto de polvo y sangre. Pero estaba bien, porque la sangre era del enemigo. Esperaba en silencio. Cualquier movimiento en falso, el más insignificante ruido podía alertarlos, y sería el final para mí.

Se escuchó el ruido de hojas secas al ser pisadas. Era mi señal. Corrí mientras disparaba a lo que se moviera y buscaba un lugar donde cubrirme. Dos soldados enemigos caídos… y pronto caería yo si no me movía rápido. Había delatado mi posición. Escuché disparos, varias balas pasaron rozándome, una me dio en la pierna. No sabía cuántos eran, así que mejor lancé una granada. Posiblemente era la última que tenía, pero no me importaba. En ese momento solo quería salvar mi pellejo. 

Vi que mi pierna estaba sangrando demasiado. Medio a rastras, logré alejarme de la zona y me interné en el bosque. Maldije a los soldados enemigos. Eran molestos; siempre que trataban de invadir nuestro territorio provocaban varias bajas. Hasta el momento habíamos logrado mantenerlos a raya. 

Me detuve a descansar sentado, recargando la espalda en un árbol. Tomé un cuchillo de los tantos que solía cargar en el cinturón, y desgarré un pedazo de mi pantalón para poder examinar la herida. La bala seguía adentro, y, posiblemente me hubiera desangrado rápidamente de haber tratado de sacarla. Pero que más daba, eso era algo que arreglaría luego.
Seguí descansando y pensando en que haría con mi pierna, cuando escuché que alguien se acercaba. No eran los pasos de alguien que trataba de ocultar su presencia, aunque eso no importaba; más me valía estar listo para defenderme. Tomé mi rifle, que milagrosamente no había perdido es el camino, y esperé.

Escuché como iba acercándose, y, al fin, la vi salir de entre los árboles. Iba acercándose lentamente, y yo podía verla mejor conforme la distancia era menor. Iba vestida con una camiseta negra, bastante escotada, que resaltaba su pequeña cintura y dejaba ver bastante de su, a mi parecer, bien proporcionado busto. También llevaba unos pantalones de mezclilla de aspecto desgastado, que, sin ser muy entallados, dejaba ver que tenía unas piernas que no dejaban nada que desear. Para completar su conjunto, llevaba calzadas unas botas negras militares. Su piel era blanca, demasiado, como si nunca le llegara la luz del sol, y su blancura resaltaba si se comparaba con mi piel morena. Llevaba su oscuro cabello recogido en una trenza que le llegaba a media espalda. A primera vista podría ser confundido con el mío, que era café oscuro… pero el suyo era más negro que la noche misma. Y, cuando estuvo más cerca, pude contemplar su rostro, de aspecto delicado, como dibujado por un ángel. Sus ojos eran grandes, color verde, hermosos, pero fríos como el hielo. Sus labios, rojos como la sangre, esbozaban una sonrisa burlona, pero esta sonrisa no pasaba de los labios. 

En general, era hermosa, peo su presencia causaba un poco de… ¿Miedo? Si, su presencia me hacía temer, me helaba la sangre.
Ella llevaba un rifle corto en la mano derecha. Instintivamente, apunté, pero ella anticipó mis movimientos y, en un segundo, ella estaba apuntando también. El uno estaba en la mira del otro.

-Baja el arma- Dijo con voz firme, a manera de orden
-¿Por qué debería hacerlo?- Contesté 
–Bueno- Dijo con voz calmada. –Es una buena pegunta, y puedo darte varias buenas respuestas. – Sin soltar su rifle, se apartó un mechón de cabello que le caía en la cara, tomó aire y empezó a hablar. – Para empezar, en tu posición, te será más difícil apuntar correctamente. Yo, en cambio, además de tener una excelente puntería, me encuentro en una posición bastante cómoda. Como siguiente punto, déjame decirte que, en caso de que yo disparara, podría salir corriendo de inmediato, mientras que, a juzgar por tu pierna herida, tú tendrías que esperar tranquilamente a ser cazado. Por último, si me mataras, dudo que logres encontrar a otra persona dispuesta a curarte esa pierna.-

Suspiré y dejé a un lado mi arma. Ella dejó de apuntarme con la suya, se acercó y me ofreció una mano para ayudar a levantarme. Titubeé por un segundo y la acepté.
Con algo de esfuerzo, logré levantarme. Tuve que recargarme de ella para poder caminar: de hecho, ella fue soportando una buena parte de mi peso durante el camino. A pesar de ser pequeña frente a mi (Pues ella medía 1.60 aproximadamente, contra mí 1.87 de estatura) era muy fuerte. Caminamos varios kilómetros, hasta llegar a una cabaña. No tenía llave. En la sala, había un montón de mantas apiladas a modo de cama.

 –Acuéstate ahí. Ya- Dijo al ver que no obedecía de inmediato. No me gustaba su carácter prepotente, pero obedecí sin chistar.

Cerré los ojos, tratando de no pensar. Repentinamente, un toque en el hombro hizo que me sobresaltara. Al abrir los ojos, vi que tenía una taza frente a mi.
 –Bebe- Ordenó – Es té. Ayudará a que te relajes.- 

Tomé la taza con recelo y me bebí el contenido de un golpe. Sabía asquerosamente dulce.
A los pocos minutos se me estaban cerrando los ojos. 

-¿Le pusiste algo?- Mi voz sonaba débil 
–Una mezcla de calmantes para animales y píldoras para la depresión que uso en mis noches de insomnio. Es bastante eficaz a mi parecer. – Respondió sin un dejo de culpa.
 –Maldita zorra…- Alcancé a murmurar. Ella contestó algo como “Deja de gemir y duérmete de una maldita vez” No recuerdo, porque me quedé dormido.

Cuando desperté, mi mente tardó un poco en rememorar los sucesos. Lo primero que hice fue tratar de pararme. Quería encontrar a esa zorra y exigirle una disculpa, pues no toleraba su carácter prepotente, pero mi pierna estaba inmovilizada. Y, por si fuera poco, tenía un brazo esposado a unas argollas de la pared. Justo cuando iba a comenzar a golpearlas, me di cuenta de que ella estaba sentada frente a mí, observándome. 

-Suéltame- Le exigí.
-Shhhh- Dijo poniéndome un dedo en los labios. Ahora se encontraba en cuclillas frente a mí. – Con calma grandote.- Dijo entre risitas- La bala astilló el hueso, así que mas te vale no moverte. –Quitó las esposas mientras hablaba- Te esposé porque no sabía como ibas a reaccionar. Puedes largarte ahora mismo si quieres, o puedo prepararte u sándwich.
Estaba indignado, pero me dolía todo y estaba hambriento…
-¿Tienes de atún?-
-En dos minutos están.- 
Volví a cerrar los ojos un momento, y si, en efecto, en menos de dos minutos estaba ahí con un plato de sándwiches. 

Dejó el plato entre las mantas y se sentó a mi lado. Tomé un sándwich y empecé a comer. Ella hizo lo mismo. Comíamos en completo silencio. 
-¿Tienes un nombre?- Soltó de la nada
-Me llaman Wolf.- 
-Me agrada- Contestó con una sonrisa. –A mi puedes llamarme Jake.
-Tanta femininidad en un nombre es inconcebible- Comenté mordazmente, a lo que ella respondió… 
-¿Importa?- Encogí los hombros y seguí comiendo. 

Jake era fría, pero comenzamos a entendernos. Me di cuenta de que era común que llegaran soldados a ser curados, comer, o a pasar la noche en la cabaña. También noté que era común verla irse sin motivo aparente, y que era algo que a nadie le extrañaba. Realmente yo no tenía a donde ir, y a ella no parecía molestarle mi presencia, así que decidí quedarme con ella hasta que me sacara a punta de patadas. Eso nunca sucedió.

-Vaya- dijo un tarde mientras me quitaba las vendas. –Nada mal para ser el trabajo de una niña- Murmuró entre risitas. La herida ya había cerrado, y yo podía mover la pierna sin sentir dolor. Debo admitir que había hecho un buen trabajo.

- ¿Niña?- Dije soltando una carcajada- Tú tienes el corazón de una anciana- 
-¿Alguna vez has preguntado mi edad?- No es necesario, es fácil calcularte unos veinticinco.- Ahora era ella quien reía a carcajadas. 
-¿Qué es tan gracioso?- Pregunté con el ceño fruncido- 
-Acabo de cumplir los diecisiete hace una semana.- Dijo sin parar de reír. Yo estaba mudo. –Aunque hay quienes dicen que aparento mayor edad- 
-¿Quién lo diría?- Logré balbucear.- Después de todo, eres una niña. 
–Puede que mi edad cronológica sea corta- Replicó con una enorme sonrisa.- Pero soy más mujer de lo que crees- 
-¿A qué te refieres?- Estaba algo confundido
-A muchas cosas mi estimado Wolf…-
Y de pronto, ella estaba devorando mis labios. Aunque me tomó completamente por sorpresa seguí su juego. Comenzamos a desvestirnos. Y esa tarde, ella me demostró que era una mujer en todos los aspectos, y que era mucho más mujer que otra del doble de su edad.

Después de hacer el amor, caí profundamente dormido, como la vez que me había sedado. Desperté solo, antes de que saliera el sol. Me puse algo de ropa y fui a la cocina por algo de agua. Ahí estaba sentado Dan, un soldado ruso que nos servía de informante. Había llegado una semana después que yo, y era común verlo por la zona. Podría decir que éramos amigos.

-¿Noche pesada?- Preguntó con una sonrisa burlona. Yo le di a entender que eso no era de su incumbencia. 
–Nada de lo que se hace aquí se mantiene en secreto; Vi cuando se levantaba y se vestía para salir.- 
-¿Sabes a dónde fue?- Hasta ese momento me surgía la duda. 
–Posiblemente fue por comida, o eso suele decir. Se fue con prisa. Posiblemente tenía nauseas, o le sangraba la nariz nuevamente y no quería que te percataras.- Explicó
-¿Qué te hace pensar eso?- La anterior explicación me había dado nuevas dudas.
-La he seguido sin que se de cuenta. A cualquiera le da curiosidad ver a alguien comportarse de la forma en que ella lo hace. No pierdas el sueño pro eso- Dijo al ver mi expresión- Como seguramente te habrá mostrado ayer, carga con más años encima de los que le corresponden. Imagínate lo estresante que es.- A demás, es normal sentirse algo mal después de una noche como la de ayer, ¿no?- Dijo con una sonrisa pícara.

Me encogí de hombros y bebí mi agua. Nos sentamos a desayunar mientras hablábamos de estrategias de guerra. 

Mi relación con Jake no cambió en absoluto, salvo por las noches de placer ocasionales, que se daban, básicamente, cuando a ella se le antojaba. Me di cuenta de que no era el único, pero omitía comentarios al respecto. Al fin y al cabo, no éramos nada.

Aunque nuestra relación era básicamente la misma, en base a lo que dijo Dan, comencé a fijarme más en su estado de salud. Y era cierto, a momentos se iba de la nada. Notaba que ocasionalmente tenía problemas para caminar sin tambalearse, o mostraba demasiado cansancio de un momento a otro. Sabía ocultarlo muy bien, pero no era suficiente cuando había alguien que nunca le quitaba los ojos de encima. A demás, llegué a encontrar pedazos de tela encontrados con su sangre (Pues su olor estaba impregnado en ellos) semienterrados entre las hojas secas de bosque. Fuera estrés o no, ella se estaba muriendo lentamente en mis narices…

Una noche, ella y yo estábamos caminando por el bosque. Era un paseo, algo completamente nuevo para mi, pues no solíamos vernos más que dentro de la cabaña, y ella siempre salía sola. Pero esta vez, ella solicitó mi compañía.
Caminábamos en completo silencio, sin hablar, sin mirarnos; solo caminábamos. De pronto, ella se detuvo en seco. 
-¿Qué sucede?- Pregunté
-Creo que oí algo.- Lo dijo fríamente, pero llevaba bastante tiempo estudiándola, lo bastante para saber que mentía. Pude percatarme de que se acentuaba la palidez en su rostro, y del dejo de cansancio en su voz. Tomé su mano: estaba helada. 

-Siéntate- Ordené -Dije que te sientes- Repetí, pues ella solo me veía.
 –No es necesario- Dijo con voz débil, pero firme. 
–No soy estúpido.- 
-Nunca dije que lo fueras- 
-¡Pues me tomas como tal!.- Grité -¡¿CREES QUE NO ME DOY CUENTA DE QUE TE ESTÁS MURIENDO LENTAMENTE FRENTE A MI?!- Gritaba como si estuviera a kilómetros, aunque estabamos tan cerca que podía sentir su aliento en el cuello. 
–Esto, mi estimado Wolf, no es de tu incumbencia.- Susurró. Se dio media vuelta, dispuesta a seguir caminando, pero a los pocos pasos, cayó al suelo. No era un tropiezo; se había desmayado.

La tomé en brazos y la llevé cargando hasta la cabaña, donde la dejé entre las mismas mantas que ella me había dejado alguna vez, y me senté a esperar a que despertara de la forma en la que ella llegó a hacerlo. Nunca la había visto dormir, y, ahora podía notar que, dormida, parecía un ángel.

No podía creer que alguna vez había sentido miedo en su presencia. Comencé a rememorar nuestro primer encuentro. En ese momento, tenía el cabello suelto. Era lacio, jamás se lo desenredaba, pero como sea, se le acomodaba bien. Estaba mucho más pálida, y ahora lucía unas enormes ojeras de las que antes carecía. Sus labios eran igual de rojos, si no más. Llevaba una camiseta parecida a la primera, pero en café, los mismos pantalones, las mismas botas, pues nunca usaba otra cosa. Y, de todas formas, era igual de hermosa.

Comenzó a despertar. Lo primero que hizo fue tratar de levantarse. Yo se lo impedí. Fijó sus ojos color césped en los míos color tierra. 
–Sabía que lo primero que harías sería tratar de levantarte. No te lo recomiendo, pues estás débil. Pero si gustas, puedes largarte, o puedo darte un sándwich.– Ella no pudo evitar sonreír
-¿Por qué me trajiste?- Preguntó
-¿Qué querías? ¿Qué te dejara tirada?- 
-No hubiera sido el fin del mundo.- 
-No seas idiota- repliqué -Te estimo demasiado como para dejarte tirada… como si fueras un vil soldado ruso. –Ella rio
-Cualquiera lo habrían hecho- Dijo, un poco más seria
-Yo no soy cualquiera- 
-Es cierto. Yo no amo cualquiera. Te amo a ti.- Esas palabras me dejaron helado
-Si, sé que estás pensando en que soy una zorra, y eso no va a cambiar. Pero yo estoy enamorada de ti, no de ellos. Y ahora, tráeme un sándwich. De atún. Y rápido, que muero de hambre.-
 –Pero…- Balbuceé  
-No tienes que contestar, de hecho, no quiero que lo hagas. Solo ve por mi maldito sándwich.-

Obedecí sin chistar. A los pocos minutos nos encontrábamos comiendo juntos, en silencio. Esa noche no volvimos a hablar del tema. De hecho, nunca lo hicimos.

Después de ese comentario, las cosas siguieron exactamente igual que antes. Ella no modificó su conducta en lo más mínimo. Seguíamos comportándonos como de costumbre, aunque por dentro, esa frase me había marcado fuertemente. Y ahora, no podía evitar sentir una fuerte punzada de celos al saber que entregaba a otro hombre ese cuerpo que tanto deseaba poder presumir mío, ni podía evitar que ella se robara toda mi atención, o quedarme lo que a mi perspectiva parecían horas viéndola como imbécil. Y ella, o no lo notaba, o no le importaba.

Pasaron semanas, ella cada vez se veía peor, pero actuaba como si nadie más fuera a darse cuenta. Y nadie decía nada, solo yo, que sentía como mi vida se desvanecía al mismo paso que la suya. Pero ella silenciaba mis palabras de alguna forma. Era evidente que no deseaba hablar del tema. 

Una mañana, desperté desnudo, abrazado a ella. Se veía hermosa durmiendo, y no quise despertarla. Le di un beso suave en los labios, y me alisté para salir. No había mucho movimiento por parte de los rusos, y eso me daba mala espina.

Estaba caminando solo en el bosque, pensando en ella, cuando oí que alguien se acercaba corriendo. Cargué mi arma y me escondí tras unos arbustos… Pero al otro momento, corría hacia la fuente del bullicio. Era Dan, con la ropa teñida de sangre. Algo me dijo que no era de alguien más. Lo detuve. Tenía los ojos desorbitados. 

-¿Qué sucede?- Pregunté alarmado.
 -Ellos… ellos van a bombardear la zona…- Dijo con la voz entrecortada. Estaba asustado.- Quise mandar un telegrama advirtiendo, pero… pero uno de ellos me vio… disparó, pero sólo logró darme en la pierna… No sé si hay otros… él… él estaba detrás de mi hace unos… -

No pudo seguir hablando, pues el sonido de una bala lo silenció. Disparé y eliminé al soldado antes de que pudiera apuntarme. Traté de hacer hablar a Dan, pero era inútil, estaba muerto.

-Jake- Murmuré. Vi su rostro por un segundo, y corrí lo más rápido que pude, sin detenerme, hasta llegar a la cabaña. Abrí a puerta de un golpe, y, al entrar, lo primero que vi fue a ella, dirigiéndome una mirada inquisitiva.

-Dan está muerto- Solté sin rodeos.- Debemos huir… van a bombardear la zona… Moriremos si no nos largamos ya…-

-Yo no iré a ningún lado- Dijo con voz fría. 
-Por un demonio Jake... No es momento para jugar a la heroína. Nos harán mierda en cuesntión de minutos.- Usé el "nosotros" de forma involuntaria. Ella lo notó.
  –Lo sé, maldita sea, pero ya estoy muriendo. No viviré más de dos semanas. Y prefiero mil veces caer aquí, en la guerra, a huir como una cobarde para morir retorciéndome de dolor. Es menos humillante. Y tú te quedarás conmigo. Me amas, y no podrás vivir sin mi. Lo sé.-

La vi a los ojos. Decía la verdad. La amaba con locura, y no podría vivir sin ella. Sin decir palabra, la tomé de la cintura y la besé. Fue un beso apasionado, un beso que decía todo lo que jamás diríamos con palabras. Cuando nuestros labios se separaron, no la solté. Estuvimos así, abrasados, por un tiempo impreciso. Entonces me separé de ella y acaricié su mejilla. Fui por un par de rifles, una mochila que tenía todas las granadas que quedaban y municiones, muchas municiones. Suficientes para que nosotros nos extinguiéramos antes que ellas.

-Vamos- dije con vos firme.- Hay un campamento de rusos a pocos kilómetros. –Ella asintió y tomó uno de los rifles. Le di un beso más. –Solo queda ver a cuantos podemos hacer caer con nosotros.-

1 comentario:

  1. Creo que es de los más largos que he leído de ti. ¡Excelente Dessirenya!

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